Clases de Literatura
de Julio Cortázar
Por Luz López

BIOGRAFÍA

Luz López, de nacionalidad colombiana, australiana y francesa. Profesión abogada, con maestría en Relaciones Internacionales, Análisis Político, y Relaciones Públicas Estratégicas. Trabajó como funcionaria del gobierno colombiano y australiano en temas de justicia enfocados a los derechos humanos y derecho de los refugiados. Desde el 2019 se encuentra radicada en Francia donde es profesora de Estudios Culturales. Actualmente se encuentra escribiendo su primera novela.

Instagram @luzluminousvibes


Clases de Literatura, Berkeley, 1980.
Julio Cortázar

Algunos estudiantes de letras tienen más suerte que otros. Unos, alumnos de Literatura Inglesa dictada por Borges en la Universidad de Buenos Aires, por allá en los sesentas. Otros, alumnos de Julio Cortázar en Berkeley por un espacio de dos meses, cuando el autor finalmente decidió aceptar una propuesta para un ciclo corto después de varias súplicas antes rechazadas. Es entendible. Para Cortázar Estados Unidos había sido el total causante de todas las desgracias de la América Latina del Siglo XX. La suerte de nosotros, los demás, se basa en que estas clases fueron grabadas, editadas y finalmente pasadas a un libro por Aurora Bernárdez y Carles Álvarez Garriga.

Cortázar era un ser altamente político y filosófico. Lo primero que nos enseña es que hay que leerlo entendiendo siempre el contexto. Como él mismo lo explica, al principio de su carrera su literatura se basaba en la belleza, la estética del texto, la organización de las palabras en una frase. A medida que empezaba su carrera de Filosofía y Letras en Buenos Aires fue evolucionando a una etapa metafísica —algo que Borges también se atribuía — para luego pasar a una etapa histórica, justo cuando las circunstancias políticas de Argentina y el resto de América Latina se tornaron insoportablemente crueles y ya no fue posible mirar hacia otro lado. “El escritor siempre debe denunciar lo injusto”…, pues …”la misión de un escritor que además es un hombre tenía que ir mucho más allá que el mero comentario o la mera simpatía por un grupo combatiente”. No es del todo descabellado entonces asumir que Cortázar era un absoluto admirador de la revolución cubana, un amigo entrañable de Fidel Castro a quien visitó varias veces en Cuba y un fan entusiasta del Che Guevara a quien seguía además como poeta y a quien dedicó uno de sus cuentos que al parecer fue tomado por el guerrillero con bastante indiferencia —Según Cortázar justificado porque lo había descrito como él lo veía, algo que se salía completamente de la realidad—. A pesar de su lucidez política, la revolución hacía caer a Cortázar en la ceguera, sin embargo, vuelvo al contexto: Cortázar vivía en Paris, exiliado y censurado por la dictadura militar argentina.

Pero sus pensamientos políticos solo son el abrebocas a una persona con una lucidez humana e intelectual impresionantes. Cortázar advertía que las tres etapas de su literatura jamás debían entenderse por separado, pues el trabajo de un escritor es enviar mensajes metafóricos acerca de la realidad a través de la ficción, o como mejor lo describe él, de la fantasía. Cortázar creía que los lectores responden mejor a temas irracionales que a la misma realidad. Si se quiere hablar sin símbolos es mejor ser periodista, ensayista o cualquier otra cosa, pero no escritor. Cortázar confirma además lo que mi corazón presentía: un escritor no necesita estructura para transmitir. Lo que se hace es jugar con los moldes gramaticales, dejarlos ir, volverlos a traer, amamantarlos, transgredirlos, reformarlos, pues solo así pelecha la belleza de un texto original y sabio. Cortázar era un escritor que contaba siempre con el arma de la imaginación. Daba prioridad a aquel tipo de lector que no se quedaba con lo que contaba un cuento, una novela. Le importaban aquellos que querían saber más, indagar, permear las circunstancias del autor, de su vida, sus pensamientos, su país. El escribía para las mismas personas que a quién él mismo leía, dejando así de lado la autocensura, tan peligrosa ella, al no concentrarse en ningún grupo receptor.

Cortázar nos leyó sus cuentos. Nos enseñó que el cuento es circular y cerrado, que da una vuelta completa de principio a fin, mientras que la novela es una línea abierta a todas las posibilidades. Nos habla de fantasía, de fatalidad, de destino, de narración, de creación, de inspiración, todo mezclado junto para así hacer frente a una realidad que en cualquier caso podría superar a la ficción. Nos habla de Rayuela, de cómo fue ese proceso de unir todas las piezas que se habían ensamblado en un desorden casi que incomprensible, del por qué había propuesto varias formas de lectura, de por qué Oliveira, su personaje principal, cuestionaba las palabras, hasta el punto de retorcerlas, exprimirlas y luego vencerlas, transformando su propia realidad, del hecho de que no era capaz de aceptar el estado natural de las cosas, miraba siempre al fin último que jamás llegaba, que nunca llegó. Nos habló de por qué este libro se plateaba solo preguntas, todas ellas existencialistas y a su vez, porque no daba las respuestas. Es aquí donde aparece La Maga, toda ella con tan poca inteligencia intelectual y tanta intuición visceral, la que salvó el mundo de Oliveira,—o lo remató al final —.

Un magnífico diálogo con uno de los mejores escritores contemporáneos latinoamericanos del Siglo XX, para todo aquel que ame escribir.