José Olmo López

@joseolmo_

José Olmo López (Martos, Jaén, 1998) es graduado en Filología Hispánica y ha estudiado el Doble Máster en Lengua y Literatura en la Universidad. Actualmente, está cursando el Doctorado Interuniversitario en Lenguas y Culturas en la misma entidad. Ha escrito reseñas en publicaciones nacionales e internacionales, tales como Revista de Literatura y Artifara.

Ha publicado poemas en el segundo número de Casapaís y de Caracol nocturno, así como en el número 7 de Zéjel. Ha sido ganador de algunos certámenes como el II Concurso Andaluz de Poesía «Tintas para la Vida» y finalista de la X edición de UCOpoética.


PELIGRO

Cuidado con el perro
que muerde el insomnio.
Cuidado con las zarpas
de la casa vacía.
Cuidado con los ojos
que eternizan la muerte.
Cuidado con la saliva
que enferma la infancia.
Cuidado con la lengua
que agoniza en balbuceos.
Cuidado con la sangre
estancada en la puerta.
Cuidado con el ladrido
de las vísceras cansadas.

LA SED

No hay en esta casa
rincón alguno que sacie
el murmullo de las horas.
Los grifos se consumen
a la espera de una aguja
que pespunte el placer.

Nadie sabe
qué pide la garganta.

El origen de esta urgencia
que hormiguea la voz
radica en la carne
o quizás
en la piel abatida
sobre la escarcha.

DIÁSPORA

Los muertos sucumben
en las cancelas de las casas
mientras busco el refugio
que me salve de la carne entumecida.

La ausencia recorre
los surcos de la tierra y desgarra
la lengua del recuerdo.
La sangre que me sostiene
es una plaga milenaria.

Una sensación de quebranto
se enrosca en el cuello.
Queda la enfermedad, el desangre
que ha desilvanado en desolaciones
la diáspora del cuerpo.

AUTO DE FE

Hundo mis dedos en la herida
como la lluvia desgaja
el vientre de la tierra
para encontrar el germen
de esta soledad.

HORA NONA

Mas Jesús, habiendo otra vez clamado a gran voz, entregó el espíritu.
Mateo 27:50

Hay un suspiro
que se extingue en la lengua
cuyo temblor
inunda el contorno del paladar.

Los sonidos
quieren desprenderse
de la carne consumida
en una cruz de lirios.

Pero es en vano,
no hay golondrinas
que liberen la glotis
de sus agujas
y la sangre se acumula
en el costado
agonizando por una lanza
que libere al silencio
de su infección.

SEPTENARIO

Primer día.
Mis pisadas son
zanjas con cadáveres
sin identidad.

Segundo día.
Los ruegos no curan
las llagas de la mano
que astillan la cruz.

Tercer día.
La lengua entierra
la voz que no sé
abrir en canal.

Cuarto día.
El incienso rompe
la luz que intenta
aclarar la bóveda.

Quinto día.
Me araño la piel,
la sangre se pierde
en el rezo de las monjas.

Sexto día.
El eco se ha roto,
sus restos retumban
en el sagrario.

Último día.
Mi boca desea
balbucir la cera.
Penumbra y silencio.