Adrián Chauran

@chaurancarvajal

Adrián Chaurán, nace en Lechería (Venezuela, Estado Anzoátegui) en el 17 de diciembre de 1999. Cursó Bachillerato en el Liceo Adventista Braulio Pérez Marció.  Actualmente estudia “Lengua y Literatura” en la Universidad Pedagógica Experimental Libertador (UPEL). Tiene una breve selección de poemas en la página de la Editorial J. Bernavil, y en la revista literaria Letralia; Mención Honorifica en el III Concurso Internacional de Poesía J. Bernavil 2022, en la Categoría Joven.


Arrecifes de abril

Desde el hondo silencio
cuerpo o caricia que despierta,
salitre que socava espadas y besos,
como debilidad del clamor:
mi cuerpo traza horizontes por las brisas.
Mar, bravura del vacío
como manto de hierro
como esperanza de sangre oscura o carbón;
yace entre mis dedos la estela
quebrada, un amor, totalidad de la noche,
beso, intimo martirio de los bosques,
toco tus límites, el borde, contemplo
desde los ríos, tu corazón, tu temor;
has masticado mi sombra, mi pesar,
el huir desde la madrugada,
todo, el cielo o palabras, a ciegas, a ti;
sostenme, hirsuta espiga azul;
de súbito, caerán olas hacia ti,
caerán constelaciones olvidadas en tus huellas,
en tu ausencia, dormida ante la muerte,
entre relojes y quejas de las llanuras.

Sinfonía de las olas

“Aquellos ojos míos de mil novecientos diez
no vieron enterrar a los muertos
ni la feria de ceniza del que llora por la madrugada”.

Federico García Lorca.

Han decaído mis ojos de tantas auroras,
como dormidas sepulturas del trigo,
de batallas olvidadas por las décadas
de sangre que trepa por mi despoblada mano,
en mis raíces, en el dolor de las venas.

Oh, el lamento, como sequías de cielos que gritan,
desde un inmenso pozo de fronteras,
mi esqueleto, mi piel de hombre roto,
porque la muerte, sombra, filo sanguinario,
testamento entre las uñas de los niños,
se ha llevado de las acacias del prado
el amor como diminuta guerra o de llanto.

Lloverá desde el ayer hasta el silencio,
hacia mi terca soledad, entre puertos, abismos,
entre mareas, amaneceres como la ceniza y la mortandad,
cavando entre mis pasos una hora difusa;
oculta detrás de heladas desembocaduras,
solo reconocían mi voz las estatuas, los caminos,
el derivar de mi sueño, de murmullos que se queman,
fue mi dolor como campanas verdes,
mi nombre con las hojas del próximo día,
fue hecho de espuma y eterna querella,

confundida las postreras horas del adiós,
sino el beso duro de la mortaja
era mi corazón el árbol amargo, ay,
adolorido con las húmedas piedras,
mi paso, en los rincones, en los clavos,
en señales de máscaras y de sueños.

Calendarios

Noches aciagas del temor del hombre,
mi estela de hoguera obscura se extendió
por las cordilleras, por las hojas pasadas, por corales
de la muerte, del río hambriento de lindes;
hasta palpar mi mano, mi sed, mi carne;

huía por las horas y siglos de espuma brava,
entre bocas y bocas pálidas de sal,
en donde el amor se mezcla con petróleo,
donde el alba: su estertor de millares de lunas,
ha dibujado en el cuerpo una cruz,

amé, hollín, pasto, desborde de la lejanía:
mi voz acumulaba entre la estirpe del cóndor,
en osamenta con el blanco oleaje de mis ojos,
era mi huella geografía de las quimeras,
del fusil, del lenguaje, de las palabras y su vacío.

Los puentes de rio Guarapiche

En las plazas se deshizo el aullido
de las marejadas cenicientas que buscan el norte,
amor, por callejuelas y praderas de las muertes,
era tu mano, tu nombre, las señas del porvenir,

para abrir en las calaveras del equinoccio
un breve beso de jazmines enlutados, amor,
desde tu cuello nacieron flores y mariposas,
un océano de metales con cien arpas en tus senos,
agotado ya el mercurio y el veneno de las botellas,

ay, sufrí el otoño, sufrí tu hueco, tu transparencia,
la inmensidad de tumbas detrás de tu parpado,
quizá la saeta, la copa de tu garganta, amor,
sentir un olivar de las esfinges de la peste

y los soles en riberas para estar en tu cien,
en los páramos de tu sexo, en tu longitud,
amor; hacia la sierpe, hacia la contextura de mi boca,
has hecho de la quemadura, el pecho consumido
desde los dientes, desde las lunas y tus ojos.

Otras formas de las sombras

Será el pesar tardío de las praderas
el débil ensueño,
tu eco confundido por el transito
de los objetos empolvados, y tú,
ahora las gaviotas te retinen
en el malecón; otrora tu silueta
pasa sobre el umbral de mi cama,
pero solo es brisa, bruma y desconsuelo.
Te llamo, con ruidos que no son signos;
desde lugares inmateriales;
en una hora agotada;
esperándote, tu letra o tu voz;
amor de nadie, jamás mío,
ni de las formas de mis ojos;
te pienso, tenaz, batallas del rompiente;
he iré a las plazas donde estarás,
diré o te llamaré, pero no me oirás;
estaré o viviré, pero no contigo.